domingo, 15 de noviembre de 2009

Grandes mitos en canciones pequeñas


Mas comprendì que era demasiado bueno para ser cierto;
mi instinto me decìa que aquello no era la muerte,
sino una vida sobrenatural en la tierra, que no duraría siempre.


Peter Ibbetson de George du Maurier

"¡Mírenlo, uno de los grandes pianistas del mundo tocando canciones simples en un café!". Esta frase pertenece al personaje de Richard Sarayan, hermano de Edouard Sarayan protagonista de la película Disparen sobre el pianista. Esta frase de Richard hecha para reclamarle al pianista protagonista de la película que aún siendo uno de los mejores músicos del mundo prefiere tocar melodías pequeñas en lugares pequeños, es clave para entender el cine de Truffaut. Después de todo Truffaut fue, en su momento, uno de los grandes cineastas de su tiempo, pero también fue, a diferencia de su compañero de nouvelle vague Godard, un cineasta de lo pequeño. Un director que, al igual que Edouard, prefería utilizar su gran talento para reproducir cosas que no fueran necesariamente "grandes". Truffaut no era afecto a hacer películas monumentales y abiertamente ambiciosas. Su objetivo estaba en mirar lo cotidiano, en concentrarse en una relación de pareja o en comportamientos diarios.
El cine de Truffaut se hace enorme cuando capta como ningún otro, por ejemplo, los pensamientos que pueden pasarle a un hombre cuando quiere seducir una mujer (ver en Disparen... la extraordinaria primera caminata de los protagonistas), los ataques de histeria de ambos lados de los sexos expresados de las maneras más disparatadas posibles o incluso (y sobre todo) las diferentes interacciones que puede tener un chico (ver para esto la absolutamente increíble La Piel Dura). Este amor por el gesto sutil, por el momento epifánico de cotidaneidad que termina revelando algo enorme y complejo de determinado personaje, lo emparenta al bueno de Francois con su otro compañero de Nouvelle Vague: Eric Rohmer. Pero ahí donde Rohmer decide reproducir la realidad lo más fielmente posible con una puesta en escena "invisible" (es decir, en la que no se note la presencia de la cámara) y adaptando la mirada de un frío entomólogo para con sus personajes, Truffaut siempre está narrando sus historias pequeñas utilizando recursos cinematográficos raros en medio de una narración clacisista, homenajeando diferentes géneros, exhibiendo a veces, incluso, que estamos en presencia de una creación ficcional y mostrando, mediante la puesta en escena, un sentimiento de compasión y de tristeza infinita por sus criaturas.
Disparen sobre el pianista no es, desde ningún punto de vista, una excepción a esta marca de estilo. Por el contrario: pocas películas en la filmografía de este director son tan tiernas, tan sentimentales y al mismo tiempo tan impredecibles y desconcertantes.
Aquí Truffaut utiliza una historia de apariencia sencilla que explora situaciones y gestos pequeños y cotidianos (¡esas extraordinarias charlas de los dos amantes en la cama, tan cerca de la cursilería sin nunca llegar a tocarla!) para narrarnos un mito universal que normalmente se cuenta de manera operística.
Dicha historia es la de Orfeo. Dicho mito griego gira en torno a un músico excepcional que estaba en pareja con una dama llamada Eurídice. Su vida no podía ser más feliz hasta que, por voluntad de los dioses, Eurídice termina muriendo joven. Orfeo, sumido en su tristeza, decide descender a los infiernos griegos en donde se encuentra su amada para recuperarla como sea.



Aprovechando sus extraordinarias habilidades como músico, Orfeo decide tocar una melodía para los guardianes del infierno con el objetivo de conmoverlos y que le dejen sacar a Eurídice de allí. Orfeo entonces toca una melodía con tal sentimiento que los guardianes dejan por primera vez en toda la historia del infierno griego que una persona pueda irse de allí por pedido de un mortal. Así es cómo le dan a Orfeo a su Eurídice y le marcan el camino de salida para el mundo mortal. Sin embargo, los guardianes le advierten una cosa al músico: él tendrá que guiar a su amada poniéndose delante de ella, pero si llegara a mirar una sola vez hacia donde está Eurídice antes de llegar a la Tierra, los guardianes se la quitarán para siempre.
Orfeo acepta gustoso pensando que ese pedido es, en apariencia, mínimo. Pero sucede que cuando los guardianes le dan a Eurídice y él camina delante de ella, justo antes de llegar a la entrada, él no resiste la tentación de mirar hacia atrás y al hacerlo la pierde.
Lo que deja este mito es una teoría sobre la existencia del hombre y una duda. La teoría es que el hombre nunca podrá alcanzar una felicidad plena y duradera. La duda es porque diablos Orfeo miró para atrás. Y ahí es donde las interpretaciones se vuelven especialmente interesantes.
Porque en esta actitud el mito parece revelar algo terrible: la felicidad no es algo que no alcanzamos sólo porque un destino no lo permite, sino que nosostros mismos, por razones que no se entienden, atentamos contra nuestro propio bienestar.
Es la misma sensación que produce un film como Disparen sobre el pianista y un personaje como el de Richard Sarayan. Un músico marcado, como Orfeo, para perder siempre y repetir la misma tragedia sin importar lo que haga.
Sólo que si Orfeo pierde a la misma mujer de dos maneras diferentes, Sarayan va a perder a dos mujeres diferentes de manera prácticamente idéntica. A la primera, llamada Clarisse, Richard la pierde cuando esta se mata por un ataque de culpa por haberle engañado con un hombre tirándose de un balcón. La última imagen que el pianista tendrá de ella será viendo su cadáver desde una ventana. A la segunda, llamada Lena, Serayan también la verá morir desde una ventana (en este caso de una cabaña) viendo como ella, luego de recibir un tiro, cae sobre la nieve.
Pero lo que también conecta a Sarayan con Orfeo es la extraña sospecha que uno tiene de que este personaje busca inconscientemente esta tragedia. Después de todo, puede verse en Disparen... como Serayan deja voluntariamente a Clarisse sola cuando esta le confiesa el adulterio aún sabiendo que ella podrá intentar suicidarse sino la consuela. Y vemos también cómo teniendo la oportunidad de irse en el auto con Lena, decide antes ir a saludar a su hermano aún cuando sabe que podrá ocurrir un tiroteo en cualquier momento.
No es sòlo este aspecto el que denota el comportamiento autodestructivo de Serayan: la propia Clarisse va a decirle en un momento de la película al músico que tiene una tendencia a castigarse. También cabe ver en su comportamiento como todos aquellos que van a terminar alterando su vida para mal (su manager cuando él es pianista y que se acostará con su primer amor, el mesero que tratarà de matarlo luego con un cuchillo, el propio hermano que lo llevará involuntariamente por el camino de la delincuencia) son personas con las que él habla amigablemente o ayudará a lo largo del film*.
Queda, por supuesto, un razgo esencial de Serayan que denota su esencial entrega a la tristeza: su rostro. Hay algo de keatoniano (por Buster Keaton) en la expresividad de Serayan. Este pianista siempre parece tener un rostro neutro(entre otras y por nombrar el razgo más notable: nunca llora a lo largo del film pese a todas las cosas terribles que le pasan), como resignado inconscientemente a las situaciones trágicas que le van a tocar vivir .
Este amor inconsciente por la propia destrucción siempre ha tenido algo de profundamente enigmàtico en la historia de los relatos. De ahí que las relecturas de las fábulas de Orfeo (desde Vértigo de Hitchcock, pasando por Orfeo Negro de Marcel Camus a Moulin Rouge! de Baz Luhrmann) son normalmente melodramas desatados en los que el director de la película quiere mostrar, mediante una puesta en escena barroca, lo desesperante de lo que está narrando. Después de todo, que una persona atente contra su propia felicidad es un comportamiendo autodestructivo acaso atávico que nunca podrá entenderse**.
Sin embargo, la jugada genial que hace Truffaut es hacer una relectura de la historia de Orfeo pero no en clave de melodrama, sino en clave de una historia cuyo género y cuya ubicación termina siendo imposible. Estilísitcamente hablando, Disparen... puede pasar de un tipo de narración clásica a escenas que remiten al cine mudo (ver sino el gag extraordinario de la madre muerta). Homenajea al film noir pero nunca llega a tocar este género. Por momentos puede dejar de contar la historia del pianista protagonista para filmar por unos minutos a algún personaje en alguna situación que no tiene nada que ver con la trama. Es en razgos generales una tragedia, pero también tiene una buena cantidad de momentos de humor (un humor al mismo tiempo raro, tal como sucede en la pelea entre un hombre armado con un cuchillo y otro "armado" con un teléfono). Hay algo incluso de espíritu de Jaques Tati (cómico al que Truffaut siempre admiró) en Disparen sobre el Pianista, en especial, en su concepción de encontrar humor en situaciones cotidianas y en creer que cualquier persona puede hacer reír***.
Esta forma que tiene el film de desconcertarnos, de irse de la trama central para flmar otros personajes, de adoptar de pronto un tono de comedia en medio de una tragedia melodramática y de cambiar abruptamente de estética, es un reflejo brillante de la propia imposibilidad de terminar de entender la mente confundida y confusa de Serayan, su raro y acaso extensible a cualquiera de nosotros amor por el auto-castigo.
Sin embargo, dicho todo esto, hay algo raramente esperanzador en Disparen sobre el pianista y que también remite a la tragedia de Orfeo. Después de todo, hay que recordar cuando este héroe griego finalmente pierde a su amada por segunda vez, perdido por la angustia, sólo se dedica a tocar sus instrumentos musicales. Y de su tristeza terminan saliendo melodías bellísimas. Como sucede muchas veces con los griegos, su forma de esperanza reside en la idea de que en un mundo atroz y que parece jugar en contra nuestro, queda al menos la posibilidad de volver belleza a esa tristeza como consuelo. Cuando Disparen... termina, lo último que termina haciendo Serayan es tocar el piano volviendo así su tristeza belleza. También hay otro aspecto bello en el bueno y castigado de Richard: su historia. Porque en cierta medida, el fracaso de Sarayan termina siendo (como el de Orfeo) también un fracaso estético vuelto, en este caso, un film entrañable. No por nada, el título del film es Disparen sobre el pianista. En esa forma de titular la película Truffaut muestra cierto regodeo extraño en el dolor, cierta necesidad del creador de hacer de su propia criatura un objeto de castigo permanente, cierta idea de hacer de la tristeza, del fracaso y la pérdida una forma de belleza, acaso como una necesidad de hacer más tolerable el dolor volviéndolo una atractiva obra de arte.

Hernán Schell

*véase al principio incluso, como Serayan evita a su hermano pero segundos después termina por ayudarle a escapar de unos maleantes que lo persiguen.

**esta desesperación se expresa siempre, en el caso de estos films que releen el mito de Orfeo, mediante la figura del doble. Es fácil encontrar en Moulin Rouge!, en Orfeo negro y sobre todo en Vértigo la presencia de espejos y la repetición de una misma situación. Disparen sobre el pianista no es una excepción a esta regla. Allí tenemos un hombre que pierde dos veces dos mujeres y que se identifica con dos nombres diferentes. Lo raptan dos gángsters y al final en la cabaña está con dos personas. Lo doble en general simboliza, al mismo tiempo, dos cosas: que estamos ante un relato circular en donde, justamente, todo se repetirá dos veces. Lo doble también simboliza lo inaprensible. Durante el período romanticista del siglo IXX, justamente, lo doble simbolizaba la idea de que todos nosotros somos, por lo menos, dos personas metidas en una sola, o sea, que somos seres ambiguos y contradictorios, algo que, en sumam nunca llegará a comprenderse.

*** ver, sobre todo, la escena del baile al principio de la película.

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