lunes, 2 de noviembre de 2009

La bestia y el bello



Kenny Ortega: Michael, si estás de espaldas a la pantalla ¿cómo vas a saber cuando viene la imagen para que puedas darte vuelta?.

Michael Jackson: Lo sentiré...


Diálogo de This is it

Periodista: Señor Zappa, yo no lo entiendo. Sólo usted dice que las canciones de heavy metal son inofensivas. Mientras tanto tiene a la iglesa en contra, a la liga de padres en contra, al propio presidente en contra y hasta a la mayoría de los músicos de heavy metal en contra. ¿Quién está de su lado?.

Frank Zappa: El sentido común.


En una entrevista Frank Zappa en el programa Crossfire

El día lunes vi, con pocas horas de diferencia, dos películas rabiosamente opuestas. Los films en cuestión eran 200 Moteles y This is it. El primero es un film marginal de 1971 dirigido por Frank Zappa y Tony Palmer. Película desprolija, irritante y agresiva. Conseguirla era, hasta hace unos años, casi imposible debido a que sólo existían ediciones en video en unos pocos países. Hoy en día puede accederse a la película, o bien comprándola en ese formato, o bien bajándola de Internet.
La segunda está dirigida por Kenny Ortega. Es una película amable y emotiva hasta el extremo. Hoy puede verse en cualquier complejo cinematográfico y no va a faltar poco tiempo para que esté disponible en DVD, en posibles ediciones dobles en cualquier tienda importante. Mientras tanto el film es un éxito absoluto y es posible que en un sólo día de exhibición haya sido visto por más gente que 200 Moteles en toda su historia.
Lo único que tienen en común estos dos films es que ambos giran en torno a retratar el mundo de dos músicos que, este año, tuvieron especial atención. 200 Moteles se dedica a Frank Zappa y This is it a Michael Jackson. Zappa cumplió, en diciembre de 2008, 15 años de ser un cadáver. Y cómo los múltiplos de 5 y 10 tienen ese no se que cuando de aniversarios de defunción se trata, en el 2009 se reeditaron o se editaron varias cosas de él y se lo mencionó más seguido que de costumbre.
Claro que la escasa masividad de Zappa hizo que esta mayor presencia de su recuerdo no se hicieran sentir mucho en las calles. Algo que decididamente no pasó con los múltiples homenajes, imágenes, artículos, discos, indumentarias, declaraciones polémicas y sentidas que se crearon en torno de la figura de Michael Jackson por las razones por todos conocidas.
Fuera de esta coincidencia del 2009 puede decirse que Jackson y Zappa son, nuevamente, personajes que no pueden ser más rabiosamente opuestos.

Zappa, pese a haber tratado en sus canciones temas políticos y sociales muy propios de su tiempo es un artista que uno imagina que podría haber pertenecido a cualquier época. Es fácil imaginarse a Zappa, por ejemplo, viviendo en cualquier otro siglo ya sea como compositor o cómo humorista (o las dos cosas juntas) y dedicado a romper las barreras estéticas del tiempo que le tocara vivir. Por su parte Jackson, pese a tocar en sus canciones temas mayormente universales como el amor (ya sea a una mujer como al prójimo), la caridad y el terror es un artista de los ochenta en su máxima expresión. Su estética extravagante al extremo, su amor por el artificio lo vuelven el representante de una década. Tal es así que cuando las modas cambiaron y en los 90 la juventud prefirió volcarse mayormente a las estéticas desencantadas, un disco llamado -o perversas casualidades de la vida- Nevermind ("olvídalo" en inglés) del grupo Nirvana, le empezó a decir a Jackson que su gigantesca masividad empezaría a decaer-.
Zappa fue un independiente en estado puro. Ya desde su álbum debut (el absolutamente esencial Freak Out!, acaso el disco debut más ambicioso de todos los tiempos), dejó en claro que no iba a hacer otra cosa que lo que se le diera en gana.
A Jackson, en cembio, desde chico lo entrenaron para ser un éxito y trabajaba con un equipo de productores detrás.



Zappa pasó su vida como artista agrediendo con un humor corrosivo casi todo lo que tenía adelante: a los hippies, a los fanáticos religiosos, a las ligas de padres,a la pacatería general norteamericana, a colegas suyos (Michael Jackson incluido), a la MTV y hasta a Ronald Reagan.
Jackson, por su lado, participó de esa cosa espeluznante pero adorable e inofensiva llamada Thriller y se encargaba de aclarar antes, para no ofender a nadie, que no tenía ningún tipo de amor por el ocultismo. Hubo algún Billie Jean y un final medio violento del videoclip Black and White que generó algún lío voluntario pero más allá de eso Jackson siempre gustó mostrarse como alguien inofensivo, como el eterno niño inocente que sólo quería que el mundo no sufriera.
Por eso no es siquiera imaginable una mejor representación de este bailarín y cantante y su universo que el documental This is it. Film que aún cuando se base pura y exclusivamente en imágenes de archivo puede verse como un documental de fantasía por excelencia. No porque uno sospeche que haya trucaje en las voces o que el montaje parezca deliberadamente hecho para hacerlo quedar bien a Jackson, sino que es de fantasía porque parece retratar un mundo sin dolor.
This is it, por ejemplo, nunca menciona la muerte del cantante, nunca muestra a nadie furioso en los ensayos, ni estresado, ni siquiera descontento. Prueba mayor de esta necesidad de esconder el dolor se encuentra en una de las escenas más brillantes del film. Allí, un conjunto de personas es elegida en un casting para formar parte del grupo de danza de Michael Jackson. Cuando termina la audición se escucha un locutor dando los nombres de aquellos que quedaron seleccionados para el espectáculo. Ni bien los nombra la cámara toma a aquellos que son mencionados y festejan felices por poder participar en los escenarios. Lo que llama la atención es que en ningún momento la cámara tome aquellos que perdieron y quedaron frustrados por no poder estar ahí.
A esa estética anti-sufrimiento debería de sumársele una ingenuidad militante a la hora de narrar los problemas del mundo.
Bien al estilo Jackson, en este documental el planeta no tiene problemas concretos y enemigos concretos. En This is it todo se reduce a la idea de que existe "un planeta al que estàn matando" o "niños que mueren de hambre" aunque nunca se especifique quien diablos y porque causa se está provocando. Ante esta problemática This is it propone que la solución está al alcance de la mano porque, después de todo, con amor todo se soluciona y basta con poner como ejemplo a los chicos -seres mostrados como dueños de la màs perfecta pureza y amigos de la Madre Naturaleza- para empezar a valorar "las cosas importante de la vida".
Estos momentos bienpensantes dueños de una superficialidad grosera no sólo no molestan en This is It sino que se aceptan y se disfrutan en tanto y en cuanto se los ve como un código de la película. Despuès de todo Jackson vendía ingenuidad. Su universo tenìa la estètica de lo naive, del nene que se indigna ante cosas de las que todavìa no tiene la capacidad de comprender sus causas. This is it no podìa olvidar este aspecto de Jackson si querìa hacer un documental en su nombre.
Y es sorprendente todo lo que difiere en este sentido This is it a 200 Moteles. Si el primero podrìa calificarse como un documental de fantasìa, 200 Moteles podría calificarse como "delirio realista". La película de Zappa tiene sketch cómicos, imágenes documentales, momentos musicales y hasta escenas de animación. Todos estos aspectos del film no necesariamente guardan una relación narrativa sino que están organizadas como viñetas en las cuales se expone la visiòn del mundo del mùsico y satirista americano. El film podrìa calificarse de "realista", básicamente, porque si bien 200 Moteles es un disparate, dicho disparate siempre se expone a sí mismo como una ficción. Los "actores" siempre muestran que estàn actuando en una obra cinematográfica ya sea porque miran a la càmara o porque se ponen a hablar de sus condiciones salariales por trabajar en la películas. Los escenarios se exponen abiertamente como hechos de puro artificio y la misma desprolijidad de la película deja entrever el trabajo de edición.
Hay algo de brechtiano incluso en este film y no sólo por este recurso de romper la cuarta pared, de hacernos distanciar de manera notoria de la ficción que estamos viendo para que sintamos a la obra como un producto de un proceso de trabajo, sino también por su mirada profundamente política y enojada que tiene con el mundo en que vive. Es un film materialista que descree de todo espíritu. De ahì la necesidad que tiene, por ejemplo, de burlarse de la figura del diablo y de toda concepción espiritual de la vida al punto tal de ver como sensato que alguien pueda llegar a intercambiar el alma por cerveza y un par de putas.
Pero 200 Moteles es también un manifiesto en contra de la pacatería. Así es como, varias décadas antes de que lo hiciera esa serie zappatiana por excelencia que es South Park, Zappa decide poner un momento musical en el film en el cual los términos sexuales y groseros se multiplican de manera provocativa.
De todas maneras, los más atacados en 200 Moteles son los hippies. Grupo destrozado en una secuencia de animación que los muestra como personas que sólo dejaron de comprar gaseosas y ropa cara para entrar en otro modo de vida consumista de drogas, ropa deshilachada, jugos naturales y filosofías orientales espiritistas simplificadas. Hippies que son mostrados, al fin y al cabo, como gente que sigue siendo parte de un misma sistema enfermizo de consumo y que no tardará en irse de ese mundo de psicodelia y paz y amor para entrar, nuevamente, al mismo lugar del que habían renegado.
Dicho fracaso del hippismo reflejado en el film se vuelve doblemente feroz si se tiene en cuenta que uno de los partícipes de la película es Ringo Starr (haciendo ni más ni menos que de alter-ego de Zappa) y si tenemos en cuenta que el film, proféticamente, muestra, hacia el final, como el sentido de rebeldía berreta del hippismo terminará mutando en una imagen del rockero bienpensante todavía más desagradable.
Esto se ve con total claridad hacia el final de 200 Moteles. Allí se muestra un coro de músicos cantando por la paz, el amor y la armonía. Es un clip que satiriza a los rockeros "idealistas" que explotan comercialmente su supuesto sentido de la caridad. Una escena de una lucidez sorprendente y desalodara en la que pueden verse reflejadas una cantidad enorme de estrellas de rock que, en las últimas décadas, han hecho de su generosidad (ya sea voluntaria como involuntariamente) un bien de marketing (años más tarde, Zappa seguiría defenestrando este tipo de tendencia criticando ferozmente ni más ni menos que la canción We are the World).
Sin embargo, esta mirada terrible de las cosas que tiene 200 Moteles termina teniendo una compensación en esta película. Es que frente a un mundo que Zappa ve como habitado por demasiada hipocresía, cinismo y estupidez, frente a su ateísmo feroz, hay algo que el sentido eminentemente realista del músico rescata: los placeres físicos. Aún dentro de ese mundo zappatiano hay lugar para disfrutar de dos cosas que Zappa siempre adoró: la música y el sexo. Esta pélícula, después de todo, también es un homenaje del satirista hacia sus groupies (a quien el músico nunca dejó de homenajear, aún estando casado y con hijos) y hacia la variedad musical que puede ir del rock, al blues, a la música concreta y a la sinfónica.
Es este mismo sentido de la realidad lo que hizo que Zappa se propusiera a sí mismo metas morales posibles como figura pública. Es que este músico, descreído de cualquier profeta, siempre fue lo suficientemente brillante para no creerse él mismo un ejemplo a seguir. De esta manera, sus ambiciones sociales como figura pública fueron, a comparación de muchos músicos contemporáneos que decían querer salvar el mundo con canciones, más bien modestas. Zappa hacía lo que veía que estaba en sus manos para mejorar un mundo que él estaba seguro que nunca llegaría a ser utopía alguna. Siguiendo esa filosofía oriental que dice que problema que no tiene solución deja de ser problema, Zappa supo que, desde su lugar, difícilmente podía calmar el hambre o prevenir una guerra con canciones y se dedicó a lo que estaba en sus manos.
En sus últimas dos décadas de vida el músico se enfrentó a la censura de sus colegas músicos de heavy metal ya sea desde las giras y las canciones, como desde participaciones en sesiones del Congreso en los Estados Unidos. Creyente, además, de que no estaba en posición de decirle a nadie como tenía que manejar su vida pero también amante de que cada persona sea consciente de su libertad ciudadana, terminó imprimiendo sus discos con una leyenda que le decía a los jóvenes no que se vistan o se comporten de determinada manera, sino que participen activamente de la democracia informándose y votando en las urnas a quien quieran votar.
Cuando le faltaba poco para morir llegó incluso a candidatearse a presidente cómo símbolo de valoración a un sistema democrático sólo posible si las masas estaban dispuestas a pensar por sí mismas y no dejarse dominar ni por gobiernos ni por modas.
Cuando falleció, más allá de sus agresiones, Zappa homenajeado por su demencial capacidad de trabajo (¡casi 70 discos hechos a lo largo de su vida!) y su inteligencia decididamente superior a la media. En su funeral hasta los propios Bush (padre e hijo, ambos muy religiosos por cierto) dijeron ser admiradores de su obra. Su final parece mostrar la historia de un hombre que terminó siendo respetado a pesar de haberle faltado el respeto a demasiada gente. Pero además, su final también parece mostrar la historia de una persona que decidió mirar al mundo como lo que él interpretó eran sus limitaciones y sus bondades. Aceptó las primeras, disfrutó las segundas, e hizo de su existencia algo soportable. Un mundo que tal como muestra 200 Moteles no tiene espíritu y está imposibilitado de transformarse alguna vez en utopía, pero que puede encontrar refugio en el sexo, en la erótica del arte y que puede intentar mejorarse si uno se pone metas morales posibles.
Jackson, pese a toda la inocencia que vendía, tuvo un momento de prestigio y poder que empezó a derrumbarse en los 90 y terminó de hacerse pedazos a comienzos de este siglo. Si bien siempre tuvo la capacidad de llenar estadios, sus monstruosas cirujías estéticas, sus discos cada vez menos llamativos hicieron que se ganara la zorna de mucha gente. En medio de eso hubo una cantidad grosera de todo tipo de rumores sobre su persona y la mayoría de ellos eran aberrantes. Uno no sabe bien cuanto de cierto o no habìa ahì, pero por lo que muestra This is it es que al menos las versiones de su decadencia artística eran absolutamente falsas y maliciosas.
Otra cosa es segura y This is it también lo confirma en varios momentos del documental: hubo siempre algo decididamente triste en la figura de Jackson. El final que encontró al astro en una sobredosis de pastillas era predecible. No por la presión que puede implicar hacer un gira, sino más que nada, porque la de Jackson fue una vida signada por la presión permanente. Si siempre se habla de lo duro que es sostener sobre los hombros una gran cantidad de popularidad es inimaginable el peso que debe sentir alguien que vivió como estrella desde pequeño.
Hay personalidades muy fuertes que la pueden soportar, pero uno sabía, por los comportamientos de Jackson, que él no la tenía. La prueba mayor fue su necesidad de construirse un refugio de niñez llamado Neverland en honor al personaje Peter Pan. Toda esa sobredosis de inocencia parecía esconder algo terrible: la sospecha de que Jackson era en realidad alguien que odiaba al mundo real, que odiaba el dolor que le había provocado y por eso quería vivir en un mundo de fantasías de niñez. Pero se sabía también que si Jackson había leído con un poco de atención Peter Pan, sabía que, como muestra su autor J.M. Barrie, en el fondo, esas fantasías infantiles no son lo suficientemente fuertes como para tolerar la realidad.
Esas pastillas encontradas en todos los rincones de su mansión parecían confirmar que Jackson era alguien que lejos de creer en sus mundos de azucar los sabía falsos.
Hay un momento de This is it en los que esta noción de lo autoconscientemente irreal de todo su mundo se manifiesta. Hacia el final del documental hay un momento en que Jackson debe hablarle a su equipo. Allí dice que la idea del espectáculo es darle un mensaje al mundo, hacerles ver que cosas pueden cambiar. Sin embargo, Jackson dice esto sin percatarse que, segundos antes de decir esto, el músico había dicho que todo su espectáculo no es otra cosa que una gran evasión del mundo real. Ese momento es una contradicción que revela en toda su forma la verdadera naturaleza del documental de Kenny Ortega y del universo jacksoniano.



Allí se ve mejor que nunca que Jackson nunca creyó que sus Neverlands y sus espectáculos en donde el amor todo lo solucionaba era en realidad algo realizable. Ahí se ve que el músico sabía que todo era al fin y al cabo un gran escape hacia el dolor y las complejidades de la realidad. Eso es lo doloroso del universo jacksoniano y de un documental como This is it es la angustia de saber que el sufrimiento aqui no se muestra no es para engañar al espectador, sino porque al propio artista le duele mostrarlo. Uno en This is it no ve a los perderdores del casting, no ve toda la complejidad que implica la destrucción del medio ambiente, no ve el funeral de Michael Jackson y ni siquiera se ve la fecha en que el cantante murió. Pero si ve en esa ausencia el dolor del director de mostrarlo, la imposibilidad de enfrentarse a algo que supera a quien filma esta obra. Del mismo modo, Jackson nunca nos vendió un universo maravilloso, uno siempre lo supo falso, uno siempre lo supo pura evasión y uno siempre supo que detrás de eso había una imposibilidad por parte del cantante de mirar a la cara un mundo que le era demasiado hostil.
El único consuelo que queda es que Jackson, como Zappa, terminó siendo una de esas figuras particulares que, por suerte para nosotros, logró la suficiente notoriedad pública como para que su talento pueda disfrutarse por el resto de los siglos. Quizàs, en su trascendencia artística, pueda haber alguna compensación por toda la tristeza provocada.



Saludos gente hermosa

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