sábado, 3 de abril de 2010

Veinte años de Twin Peaks



Desde hace varios años que Estados Unidos está atravesando su mejor momento televisivo en lo que a ficciones respecta. Dicho momento se ha dado gracias a una cantidad enorme de series que, más allá de su calidad, tienen un nivel de ambición tanto técnico como temático que antes sólo se veía en casos muy excepcionales. En los últimos años series como Lost, The Wire, 24, Dr. House, Generation Kill y una cantidad enorme de creaciones ambiciosas fueron probando que se puede experimentar y desafiar tabúes y límites sin necesidad de perder masividad.
Dos son las series que más se mencionan como pioneras en la pantalla chica en esto de desafiar a su público con nuevas estéticas: Seinfeld y Twin Peaks.
Sin embargo, mientras Seinfeld empezó siendo una sitcom más o menos convencional para terminar enrareciéndose a partir de la cuarta temporada, Twin Peaks, en cambio, empezó proponiéndose desde el vamos como un objeto rarísimo y contra todos los pronósticos tuvo un éxito comercial enorme en sus primeras emisiones. A partir de la mitad de la segunda temporada (una vez descubierto quien era el asesino de Palmer), la serie fue haciéndose cada vez más extrema hasta que terminó perdiendo audiencia y tuvo que ser levantada. Los capítulos fueron en total 29, pero ese número le bastó para revolucionar la pantalla chica y convertirse en una de las series de culto más importantes de la historia.
Según cuenta Michel Chion en su excelente libro sobre David Lynch, la historia de este programa empezó cuando el genial director de Terciopelo Azul, Cabeza Borradora y El hombre Elefante estaba con el prestigioso productor y guionista de televisión Mark Frost (creador de esa maravila televisiva llamada Canción triste de la calle Hill) reunido en una cafetería. Según cuenta la leyenda, Lynch y Frost se encontraban tomando un café y mirando por la ventana un lago. Esa visión dió nacimiento a una conversación que dió, al mismo tiempo, el argumento de un policial. Dicho argumento giraba en torno a una adolescente cuyo cadáver se encontraba envuelto en nylon y sumergido en unas aguas. Esta mujer era una adolescente muy bella, de rostro angelical y de muy buena reputación en el pueblo en el que vivía. Sin embargo, en la medida en que se iban averiguando cosas sobre el pasado de la chica en cuestión, se iba descubriendo que esta mujer de buena reputación guardaba una doble vida y que estaba inmersa en el mundo de la prostitución y el tráfico de drogas.



Esta mujer, además, funcionaba como la metáfora del propio pueblo que habitaba. Un pueblo tranquilo y amable en su apariencia que escondía, tras su fachada, un mal tan insospechado como gigantesco.
La víctima en cuestión se terminaría llamando Laura Palmer, y el pueblo en cuestión se terminaría llamando Twin Peaks.
Un argumento así pareciera un clishé gigantesco para un policial sino fuese por cinco grandes diferencias que hacían de esta serie algo totalmente fuera de lo común.
La primera de ellas es que Twin Peaks estaba mucho más interesada en crear enigmas antes que en resolverlos. La propuesta de este programa era abrir muchos interrogantes y pistas por capítulo sin sentirse en la necesidad de responderlos o de cerrarlos. Tal es así que muchas preguntas claves que se planteaban en la serie (como el verdadero significado de la frase "las lechuzas no son lo que parecen" o el sentido final de las letras que el asesino serial dejaba bajo las uñas de las víctimas) nunca eran respondidas y sólo existían para mostrar el gusto por el misterio (tema lyncheano por excelencia y explotado hasta el paroxismo en el film Terciopelo Azul).
La segunda diferencia clave entre Twin Peaks y cualquier otro policial residía en su mezcla con lo fantástico. En este pueblo podía haber, entre otras cosas, una mujer que cobraba fuerza sobrehumana, un espíritu maligno llamado Bob y hasta un pasaje para pasar a una dimensión onírica.
La tercera diferencia es que Twin Peaks se erigía como el policial más irracional de la historia. Aquí Lynch y Frost tomaban como base un género caracterizado por su fe en los procedimientos lógicos, para hacer una serie en donde su detective (el inolvidable Agente Dale Cooper intepretado con maestría absoluta por Kyle Mclahan), a modo de antítesis absoluta de Sherlock Holmes, deducía los casos que se le presentaban basándose pura y exclusivamente en instintos y en sueños y desconfiando de cualquier procedimiento racional.
La cuarta diferencia estaba en su mezcla estética excéntrica e hipnótica entre los más sofisticado ejemplares del film noir, los relatos infantiles más complejos y fascinantes que se hayan hecho (había en esta serie mucho de Alicia en el País de las Maravillas así como de El Mago de Oz) y las estéticas deudoras de los más bajos ejemplares de la televisión trash (de los cuales el propio Lynch siempre se consideró fanático) como las soap opera de los 80 o series adolescentes como Peyton Place.
Y la quinta y quizás más importante de las diferencias residía en que sumergirse en Twin Peaks era sumergirse en un espectáculo de freaks como nunca antes se vió en la historia de la televisión.
En esta ficción existían dos tipos de personajes. Por un lado los que podrían bautizarse los "freaks activos". Personajes fácilmente identificables como "excéntricos" entre los que podrían agruparse seres como el policía torpe y excesivamente sensible Andy Brennan, el psiquiatra demente Dr. Jacoby, la inolvidable "señora del tronco" y el propio detective protagonista Dale Cooper.
Y por el otro los que podrían denominarse como "freaks pasivos" entre los que podrían estar gente como el sheriff Truman, la amiga de Laura Palmer Shelly Johnson o la dueña del emblemático café del pueblo Norma Jennings. Personajes cuyos comportamientos y pensamientos no parecían salirse de lo normal y que, sin embargo, nunca se veían siquiera sorprendidos ni por los personajes extraños que los rodeaban ni por muchos de los hechos de fantasía que se sucedían en el pueblo.

Cuando en la televisión mundial todo esta rareza llegó a su fin, no fueron pocos los que se preguntaron a quien había que atribuir la mayor responsabilidad de esta serie, si a Frost o a Lynch.
La historia hizo, injustamente, que la mayor parte del crédito se la llevara Lynch cuand en verdad, toda la mitología de Twin Peaks fue creada gracias a un trabajo conjunto entre los dos creadores (era Frost quien se encargaba mayormente de los conflictos entre los personajes y la psicología de los mismos, mientras Lynch era al que se le ocurrían la mayor parte de los ambientes oníricos y las excentricidades de la serie).
Lo que si quedó claro después de Twin Peaks, es que la televisión podía animarse a la transgresión y que a veces el público podía ser mucho más abierto a ver rarezas de lo que usualmente se cree.
Hoy esta serie se consigue en DVD, en sus dos temporadas y en varios videoclubes especializados. Sigue siendo, hasta el día de hoy, una de las experiencias más intensas y extrañas de la historia de la cultura popular.

Hernán Schell

2 comentarios:

  1. Hola Hernán! Sigo tu blog desde hace poco, está muy bueno! Este post me conmovió así que lo comenté en mi blog: http://sleona.blogspot.com/2010/04/veinte-anos-de-twin-peaks.html

    Lo único que se le puede reprochar a este artículo es no mencionar a Nadine entre los freaks activos. La mujer del dueño de la gasolinera, la que tras un intento de suicidio se cree una adolescente en edad escolar y adquiere una fuerza sobrehumana.

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  2. Mariana:

    Bueno, muchas gracias por el cumplido y por comentarlo en tu blog (muy interesante por cierto, lo estuve mirando un poco).
    Y si, es verdad, olvidé mencionar a Nadine. Uno de los personajes más raros y extrañamente conmovedores de la serie. Cuando Twin Peaks cumpla treinta años y tenga la oportunidad de escribir un artículo similar a este espero no olvidarla de nuevo.

    Saludos

    Hernán

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