miércoles, 14 de abril de 2010

¡Salió el nuevo número de El Amante!, ¡y no, ni a patadas hago la cobertura del BAFICI!



Una persona profesional que vive en Buenos Aires debería cubrir el Festival Independiente de Buenos Aires. Sin embargo me niego a hacerlo por una razón sencilla: estoy demasiado ocupado viendo películas y demasiado cansado como para escribir a la noche. Cuestiones de energía que hacen que no deje de mirar con admiración a quienes son capaces de ver cuatro películas en un día y luego redactar extensas reseñas de las mismas.
Pero no se preocupe señor lector y lectora, ya habrá otros blogs a los cuales usted puede dirigirse en caso de buscar críticas de los films de este festival. Personalmente, si tengo que hacer una recomendación me inclinaría por esta página y por esta página. En este último sitio web, además y como podrá observar el señor lector o lectora que la visite, reseñé un par de películas simplemente porque conozco a esa gente y porque, a diferencia de esa gente, yo soy una buena persona.
De todas maneras, como algo tengo que hacer para mantener con vida este blog hete aquí el anuncio de que salió el nuevo número de El Amante, revista en la cual uno de sus redactores es quien escribe estas líneas. Esta persona, además, promociona este ejemplar desde su humilde blog deseosa de que de esta manera se aumente la tirada de la revista y con dicho aumento su sueldo suba, por lo menos, hasta que este redactor pueda comprarse un pancho y una gaseosa.

viernes, 9 de abril de 2010

La sonrisa de Bliss

Estados Unidos, 111´, 2009

Dirigida por Drew Barrymore.

Guión por Shauna Cross, basado en la novela Whip It de la misma autora.

Producida por Gary Mendel.

Con: Ellen Page, Marcia Gay Harden, Kristen Wiig, Dreww Barrymore, Juliette Lewis, Danielle Stern



La historia de la actriz Drew Barryrmore es conocida. Hija de actores, empezó trabajando de la profesión de sus padres de muy pequeña y mostrando un talento tan excepcional como precoz. Tal es así, que con sólo cuatro años Barrymore ya se había hecho mundialmente famosa con el personaje de Gertie, la hermanita menor de Ellioth en E.T. El extraterrestre. Luego de esta fama a Barrymore le sucedió lo que a muchos de los actores que empezaron a trabajar de niños: le agarró la depresión y se entregó a los excesos.
La diferencia es que en Barrymore este viraje a una vida acelerada e insalubre fue de una violencia desesperante, incluso para los parámetros de excesos que suelen tener los niños estrellas de Hollywood. A los nueve años Barrymore ya fumaba cigarrillos, a los once se había convertido en alcohólica, a los doce consumía marihuana, a los trece se transformó en cocainómana y a los catorce tuvo un intento de suicidio.
Tanta conducta autodestructiva a una edad tan temprana hicieron a la opinión pública pensar dos cosas respecto de Barrymore: que esta chica había tenido los peores padres del planeta y que no tenía recuperación posible.
Aún cuando desconozca los pormenores de la infancia de Barrymore (jamás leí su autobiografía "Pequeña Niña Perdida", aunque siempre tuve curiosidad de hacerlo) no creo que la opinión pública se haya equivocado en la primera de las suposiciones. Después de todo es muy difícil pensar como padres ejemplares a unas personas que dejan que su hija trabaje antes de cumplir los cinco años y que no pueden frenar que la misma se haga adicta al tabaco antes de cumplir la década de vida.
Pero, por suerte, en lo que a la segunda presunción de la opinión pública respecta, la historia demostró estar equivocada. Barrymore tuvo con los años una recuperación asombrosa. Tal es así que entre la década del noventa y este nuevo siglo logró establecerse como actriz hasta transformarse en uno de los rostros más talentosos y queribles de la comedia americana actual. Como si esto fuese poco, se transformó en productora, guionista en las sombras (colaboró con los chistes de varias de las comedias en las que actuó pese a que nunca figuró en los créditos) y ahora, con excelente Whip It, se ha transformado en una realizadora por demás promisoria con un film que, curiosamente y como se verá más adelante, pareciera ir en contra de todos los principios de "fama y fortuna" con la que la propia Barrymore fue presionada desde muy pequeña.



El film en cuestión empieza con la adolescente Bliss Cavendar (Ellen Page, excelente como siempre), tratando de sacarse algo del pelo mientras es ayudada por su amiga Pash (quien, por razones que nunca se van a conocer con exactitud, es la principal responsable de ese incidente capilar). Poco después se la ve a Bliss entrando a un concurso bastante estúpido y anticuado para ver quien es la señorita más correcta para recibir un premio al bonete blanco (galardón entregado a la adolescente cuya personalidad y apariencia más se ajusta a la rectitud, loa buenos modales, y todos esos valores femeninos anclados en los Estados Unidos de los cincuenta). Bliss viste una ropa elegante, se encuentra maquillada y lista para pararse frente a un micrófono para hablar de quien es, para ella, su modelo a seguir. El problema es que toda esa formalidad del concurso contrasta con el pelo ridículamente teñido de azul de Bliss y su cara avergonzada.
Mirándola a esta chica en el escenario, se encuentra, además de un público numeroso, la madre de la protagonista (obviamente desconcertada y enojada), su hermana más pequeña (obviamente desconcertada y risueña), y su amiga Pash, quien en un gesto acaso burlón o acaso condescendiente, escribe el número "10" en un papel simulando el puntaje que debería tener su amiga.
Con esta breve introducción se deja claro que todos los personajes del film van a estar marcados por sus limitaciones e imperfecciones. Pash está lejos de ser la amiga perfecta porque tuvo la desconsideración de que Bliss se tiñera pelo, Bliss está lejos de ser perfecta porque no tomó los recaudos mínimos para estar presentable en ese concurso y la madre de Bliss (que responde al nombre de Brooke) está lejos de ser perfecta porque hace a su hija participar de un concurso bastante estúpido.
Después, en la película, se verán otras características imperfectas, ordinarias incluso, que rodean a la protagonista. Salvando a su amiga Pash, quien termina transformándose en una futura universitaria, todos los lugares, actividades y personas que rodean a Bliss no parecen tener un futuro demasiado próspero. Desde el restaurante en el que trabaja Bliss, -Boleen, un lugar feo y que tiene como emblema una cerdo kitsch-, pasando por su padre -un hombre algo cobarde y dominado por su esposa-, siguiendo por su novio -un joven que toca en una banda amateur de la que ni siquiera es líder-, siguiendo por Birdie, -el inesperado novio de Pash,un joven torpe y feo- y llegando, por supuesto, al propio deporte que practica Bliss: el Roller Derby, deporte poco popular, brusco como pocos y que difícilmente pueda darle a quien lo practique un futuro demasiado rentable.
De esta manera hay en Whip It cierto regodeo en la medianía, un retrato de personajes limitados en sus ambiciones, sin un status demasiado importante y sin ninguna posibilidad real de llegar a un éxito remarcable.
Es un hecho raro ver esto en Whip It . Después de todo este es un film deportivo con varios códigos propios de ese género pero con la diferencia de ser, en este caso, no la crónica del sueño americano, no la historia de una chica que empieza de abajo y termina forjándose un futuro auspicioso de fortuna y sobre todo reconocimiento, sino la historia de una chica que empieza y termina en la misma baja escala social en la que empezó.



Tanta lógica de lo limitado, tantos personajes encerrados en sus pequeños miedos, deseosos de ambiciones poco llamativas podrìa haber dado lugar tanto a un film eminentemente burlón, a una descrioción cruel de los suburbios de Norteamérica, como a un film en el que su realizadora mire a sus personajes con compasión. Pero lo cierto es que, por el contrario, si hay algo que exuda la película de Barrymore, es un respeto formidable, conmovedor incluso, por las criaturas que habitan este film. Hay, incluso, una dignidad enorme en todos los personajes de esta película, dignidad dada a veces por el buen corazón de algunos personajes (la carencia de rencor del padre de Bliss) o por habilidades mínimas que los vuelven extrañamente especiales (el hecho de que Birdie sea un buen besador por ejemplo). Esta intención de dignificar a sus personajes puede extenderse incluso al hecho de que Barrymore toma algunos defectos de sus criaturas para volverlos virtudes.
Hay un ejemplo claro de esto en la forma en la que el film muestra a Brooke, la madre Bliss, y su relación con la marihuana.
Allí se ve a la madre exagerar desmedidamente frente a su hija una actitud de horror cuando encuentra pipas para cannabis en un negocio de zapatos. Brooke muestra una expresión aterrada ante esta circunstancia, como si esa yerba fuese algo tremendamente nocivo para la humanidad y en una actitud propia de una mujer anticuada. Dos escenas después, sin embargo, se muestra a Brooke fumando un porro con el marido.
Este doble discurso, lejos de mostrarse para juzgar la madre de Bliss como una hipócrita o una cínica, está hecho, extrañamente, para darle a ella una dimensión más humana, ajena a la de cualquier madre villana y castradora. En el contexto del film, esta actitud contradictoria de Brooke es una mostración de como ella, como madre, está tan obsesiva con la idea de que su hija sea una señorita "correcta", alejada de cualquier tipo de excesos, que está dispuesta a quedar como una anticuada frente a ella.
De hecho, a lo largo de la película, va a haber una gran dignidad en la entereza con la que Brooke lucha con convicción y fuerza por hacer que su hija gane un concurso de cuarta y hacia el final un gesto de una nobleza aún mayor cuando de el paso al costado, sabiendo que finalmente estaba equivocada y que la buena de Bliss había nacido más para ser una deportista que una ama de casa perfecta.
Esta actitud hacia Brooke no sólo revela en Whip It una generosidad especial, una política de no juzgar ni cargar las tintas sobre ningún personaje, sino que además revela su esencial reticencia a no caer en la caricatura y en la exageración en un film marcado por la sobriedad y el equilibrio. Whip It coquetea con la caricatura pero jamás la toca.
Pero la muestra más original e interesante de esta lógica de la sobriedad de Whip It reside en ser la primera película de sub-género deportivo que elude elegantemente todo tipo de espectacularidad, y caràcter épico.
Durante todas las secuencias deportivas, tanto sea en los momentos en el que Bliss juega como entrena, el film lo filma con una distancia mucho mayor a la de cualquier otro film que tenga como temática la identificación del deporte con la autosuperación. Whip It elude casi durante toda la película los primeros planos para concentrarse en planos generales y sobre todo planos medios. Este rechazo al primer plano se ve incluso mejor en escenas en las que se juegan sentimientos fuertes (como el momento en el que Bliss tiene su primera relación sexual o el momento en que ella decide enfrentarse a sus padres) y en el que la cámara se niega remarcar con un acercamiento de cámara la expresividad de un rostro nervioso, triste, liberado o enfurecido.
Hay dos momentos que son especialmente hermosos en esta lógica de eludir toda espectacularidad o carácter extraordinario. El primero de ellos refiere al momento en el que Bliss se presenta con un traje elegante y hecho a medida frente a su madre. Ahí donde donde normalmente se hubiera filmado a Ellen Page bellamente, resaltando el rostro maquillado de la chica o la forma en la que el vestido hecho a medida resalta ciertas curvas, o incluso filmándola con la cámara en contrapicado para hacerla lucir más alta, Barrymore la filma a Ellen Page en plano medio, con la cámara alejada. Page está frente a su madre en una pose que ni siquiera intenta ser seductora, al contrario, se advierte en su mirada un desinterés importante por tener que lucir esas ropas elegantes. El hecho, además, de que en la escena siguiente Barrymore filme a Page tomando leche desde un bidón de plástico, hace que su sensualidad femenina se aminore aún más.
La segunda escena en la que se ve a las claras esta intención por permanecer en la más absoluta sobriedad tiene que ver con un chiste extraordinario y casi imperceptible que pasa llegando al final de la película.
Allí se ve a Bliss cargando unas grandes bolsas de basura frente al café en el que trabaja de mesera.
Ahí donde cualquier otro director la hubiera filmado a Bliss de cerca, exacerbando el esfuerzo que tiene que hacer para cargar ese peso, Barrymore filma a esa figura alejada, desde la ventana de ese café, colocando a Bliss en un adorable y sutil cuadro cómico tras la ventana, mientras la amiga de Bliss le dice a su novio Birdie que su amiga sólo quiere dar lástima.
Toda esta sobriedad, sin embargo, se quiebra en un sólo momento de la película. Se trata del instante en el que Bliss logra saltar por sobre unas mujeres caídas en la pista del Roller Derby cuando se está jugando la final del campeonato. Ese salto, tomado en cámara lenta, es el único momento en el que la película alcanza un momento épico, unos segundos en los que pareciera concentrar todo el carácter de aventura física que Barrymore no había captado siempre filmaba los partidos o los entrenamientos.
Ese salto de Bliss no la llevará en la película a la chica a ganar dinero, o fama, es más ni siquiera va a provocar que el equipo de ella pueda ganar el partido, pero lo que si le va a dar va a ser el asombro momentáneo de algunos pares tanto de su equipo como rivales, y por supuesto, un orgullo personal.
Pero en ese salto, además, va a haber algo de extrañamente subversivo.
Porque si los films deportivos han sido siempre películas que hablan sobre el sueño americano tanto en la posibilidad de cumplirlo (Rocky, Karate Kid) como en su imposibilidad de hacerlo real (Toro Salvaje, Million Dollar Baby), Whip It es la primer película deportiva en la que se muestra no si el sueño americano es posible o no, sino -horror de los horrores- que no se necesita del sueño americano para vivir bien. Que la fortuna o el reconocimiento masivo no es, desde ningún punto de vista, algo necesario para llegar a una felicidad momentánea y plena, a una gloria personal construida en base a sangre, sudor y lágrimas.
De ahí que no haya rostro más independiente y perfecto que ese de Bliss que se muestra al final. Un rostro sonriente y triunfante tomado, por única vez, en primer plano. Esa sonrisa serena de una Bliss sentada y satisfecha sobre el techo del restaurante en el que trabaja, sonrisa orgullosa de haber jugado bien el deporte que le apasiona sin importarle ni el dinero, ni la aprobación masiva, ni la necesidad de un futuro asegurado, pareciera concentrarse toda la rebeldía del planeta.

domingo, 4 de abril de 2010

Dos Regalos Pascuales

Señor lector y señora lectora:

Si cliquea aquí, podrá ver un superlativo capítulo especial de Pascuas de una superlativa temporada (la 11), de la superlativa serie South Park.
Lo que si que lamento informarle al señor lector o lectora que para entenderlo deberá saber bien inglés en tanto y en cuanto este video no posee subtítulos en castellano.

Y acá abajo un musical extraordinario de los Muppets muy propicio para la fecha que hoy se celebra.
Acá, lo único que tiene que saber el lector o lectora para entender el chiste es que "Stand by me" significa en inglés "Quédate conmigo".



¡Felices Pascuas para todos!.

Hernán Schell

sábado, 3 de abril de 2010

Veinte años de Twin Peaks



Desde hace varios años que Estados Unidos está atravesando su mejor momento televisivo en lo que a ficciones respecta. Dicho momento se ha dado gracias a una cantidad enorme de series que, más allá de su calidad, tienen un nivel de ambición tanto técnico como temático que antes sólo se veía en casos muy excepcionales. En los últimos años series como Lost, The Wire, 24, Dr. House, Generation Kill y una cantidad enorme de creaciones ambiciosas fueron probando que se puede experimentar y desafiar tabúes y límites sin necesidad de perder masividad.
Dos son las series que más se mencionan como pioneras en la pantalla chica en esto de desafiar a su público con nuevas estéticas: Seinfeld y Twin Peaks.
Sin embargo, mientras Seinfeld empezó siendo una sitcom más o menos convencional para terminar enrareciéndose a partir de la cuarta temporada, Twin Peaks, en cambio, empezó proponiéndose desde el vamos como un objeto rarísimo y contra todos los pronósticos tuvo un éxito comercial enorme en sus primeras emisiones. A partir de la mitad de la segunda temporada (una vez descubierto quien era el asesino de Palmer), la serie fue haciéndose cada vez más extrema hasta que terminó perdiendo audiencia y tuvo que ser levantada. Los capítulos fueron en total 29, pero ese número le bastó para revolucionar la pantalla chica y convertirse en una de las series de culto más importantes de la historia.
Según cuenta Michel Chion en su excelente libro sobre David Lynch, la historia de este programa empezó cuando el genial director de Terciopelo Azul, Cabeza Borradora y El hombre Elefante estaba con el prestigioso productor y guionista de televisión Mark Frost (creador de esa maravila televisiva llamada Canción triste de la calle Hill) reunido en una cafetería. Según cuenta la leyenda, Lynch y Frost se encontraban tomando un café y mirando por la ventana un lago. Esa visión dió nacimiento a una conversación que dió, al mismo tiempo, el argumento de un policial. Dicho argumento giraba en torno a una adolescente cuyo cadáver se encontraba envuelto en nylon y sumergido en unas aguas. Esta mujer era una adolescente muy bella, de rostro angelical y de muy buena reputación en el pueblo en el que vivía. Sin embargo, en la medida en que se iban averiguando cosas sobre el pasado de la chica en cuestión, se iba descubriendo que esta mujer de buena reputación guardaba una doble vida y que estaba inmersa en el mundo de la prostitución y el tráfico de drogas.



Esta mujer, además, funcionaba como la metáfora del propio pueblo que habitaba. Un pueblo tranquilo y amable en su apariencia que escondía, tras su fachada, un mal tan insospechado como gigantesco.
La víctima en cuestión se terminaría llamando Laura Palmer, y el pueblo en cuestión se terminaría llamando Twin Peaks.
Un argumento así pareciera un clishé gigantesco para un policial sino fuese por cinco grandes diferencias que hacían de esta serie algo totalmente fuera de lo común.
La primera de ellas es que Twin Peaks estaba mucho más interesada en crear enigmas antes que en resolverlos. La propuesta de este programa era abrir muchos interrogantes y pistas por capítulo sin sentirse en la necesidad de responderlos o de cerrarlos. Tal es así que muchas preguntas claves que se planteaban en la serie (como el verdadero significado de la frase "las lechuzas no son lo que parecen" o el sentido final de las letras que el asesino serial dejaba bajo las uñas de las víctimas) nunca eran respondidas y sólo existían para mostrar el gusto por el misterio (tema lyncheano por excelencia y explotado hasta el paroxismo en el film Terciopelo Azul).
La segunda diferencia clave entre Twin Peaks y cualquier otro policial residía en su mezcla con lo fantástico. En este pueblo podía haber, entre otras cosas, una mujer que cobraba fuerza sobrehumana, un espíritu maligno llamado Bob y hasta un pasaje para pasar a una dimensión onírica.
La tercera diferencia es que Twin Peaks se erigía como el policial más irracional de la historia. Aquí Lynch y Frost tomaban como base un género caracterizado por su fe en los procedimientos lógicos, para hacer una serie en donde su detective (el inolvidable Agente Dale Cooper intepretado con maestría absoluta por Kyle Mclahan), a modo de antítesis absoluta de Sherlock Holmes, deducía los casos que se le presentaban basándose pura y exclusivamente en instintos y en sueños y desconfiando de cualquier procedimiento racional.
La cuarta diferencia estaba en su mezcla estética excéntrica e hipnótica entre los más sofisticado ejemplares del film noir, los relatos infantiles más complejos y fascinantes que se hayan hecho (había en esta serie mucho de Alicia en el País de las Maravillas así como de El Mago de Oz) y las estéticas deudoras de los más bajos ejemplares de la televisión trash (de los cuales el propio Lynch siempre se consideró fanático) como las soap opera de los 80 o series adolescentes como Peyton Place.
Y la quinta y quizás más importante de las diferencias residía en que sumergirse en Twin Peaks era sumergirse en un espectáculo de freaks como nunca antes se vió en la historia de la televisión.
En esta ficción existían dos tipos de personajes. Por un lado los que podrían bautizarse los "freaks activos". Personajes fácilmente identificables como "excéntricos" entre los que podrían agruparse seres como el policía torpe y excesivamente sensible Andy Brennan, el psiquiatra demente Dr. Jacoby, la inolvidable "señora del tronco" y el propio detective protagonista Dale Cooper.
Y por el otro los que podrían denominarse como "freaks pasivos" entre los que podrían estar gente como el sheriff Truman, la amiga de Laura Palmer Shelly Johnson o la dueña del emblemático café del pueblo Norma Jennings. Personajes cuyos comportamientos y pensamientos no parecían salirse de lo normal y que, sin embargo, nunca se veían siquiera sorprendidos ni por los personajes extraños que los rodeaban ni por muchos de los hechos de fantasía que se sucedían en el pueblo.

Cuando en la televisión mundial todo esta rareza llegó a su fin, no fueron pocos los que se preguntaron a quien había que atribuir la mayor responsabilidad de esta serie, si a Frost o a Lynch.
La historia hizo, injustamente, que la mayor parte del crédito se la llevara Lynch cuand en verdad, toda la mitología de Twin Peaks fue creada gracias a un trabajo conjunto entre los dos creadores (era Frost quien se encargaba mayormente de los conflictos entre los personajes y la psicología de los mismos, mientras Lynch era al que se le ocurrían la mayor parte de los ambientes oníricos y las excentricidades de la serie).
Lo que si quedó claro después de Twin Peaks, es que la televisión podía animarse a la transgresión y que a veces el público podía ser mucho más abierto a ver rarezas de lo que usualmente se cree.
Hoy esta serie se consigue en DVD, en sus dos temporadas y en varios videoclubes especializados. Sigue siendo, hasta el día de hoy, una de las experiencias más intensas y extrañas de la historia de la cultura popular.

Hernán Schell