viernes, 7 de mayo de 2010

De Nazis, la historia, un cineasta y un vendehumo



El año pasado, en el festival de Cannes, se presentaron dos películas en competencia que bien podrían considerarse opuestas. Una era Bastardos sin gloria, la otra era La Cinta Blanca. A la primera pudo vérsela el año pasado en las salas argentinas. La segunda, en cambio, recién se estrenó este año. Ambas películas comparten algunas cosas más además de haber sido parte de la competencia del festival más prestigioso (no necesariamente del mejor) del mundo: las dos vienen de cineastas de renombre y con un indudable virtuosismo en el manejo de la puesta de escena. Ambas películas, tambien, se relacionan con el tema del nazismo.
En el caso de Bastardos sin gloria esta relación con el tristemente célebre movimiento histórico es directa. La película se sitúa en plena Segunda Guerra Mundial, abunda en simbología del nacionalsocialismo y la palabra "nazi" se menciona en diferentes acentos durante toda la película. En el caso de la de Haneke nunca se nombra al nazismo, pero es imposible no relacionar lo que se ve en la pantalla con este movimiento. La película gira en torno a un pueblito en Alemania en épocas previas a la Primera Guerra y trata, más que nada, de la educación extremista que reciben los niños en esa película. Si bien su director Haneke, según lo que ha declarado en diversas entrevistas, no ha querido hacer un film sobre el nazismo(1), es prácticamente imposible no ver en estos chicos que viven a principios del siglo XX a los nazis de algunas décadas más tarde. Más aún si uno escucha, antes de que empiece el film, una voz en off diciendo que espera que esta historia sirva para dar una luz sobre la historia de Alemania, más aún si uno hace las cuentas y se da cuenta que en veinte años esos niños tendrán treinta y serán ciudadanos adultos en pleno ascenso hitleriano, más aún si a estos chicos se les inculca que tienen que llegar a la pureza, más áun si en el film se le pone a uno de los chicos una cinta blanca atada a su hombro izquierdo (lugar en el que muchos soldados nazis luego se colocarían la esvástica), más aún si, sumado a todo esto, hay en el film una mención a Federico el Grande (figura histórica con la que gustaba compararse Hitler) y un ataque a un chico con síndrome de Down (uno de los primeros sectores atacado por Hitler gracias a su aberrante ley de eugenesia)(2).
Ante tanta referencia obvia, uno se pregunta porque diablos la voz en off del tipo que narra la película no dice, directamente, que estos chicos son los nazis del futuro. En estos casos en particular ni siquiera sería remarcar lo que ya se vió, sino que sería seguir, directamente, la misma lógica de trazo grueso que tiene el film. Y acá es donde uno puede llegar a empezar a entender un proceder algo extraño que tiene la película: decir prácticamente todo pero dejando un mínimo de espacio para que el espectador llegue a una conclusión por demás fácil de adivinar, una suerte de apelación al conocimiento y al poder de deducción del público bastante ridícula.
Es una lógica similar a la que utiliza la película cuando, en una de las escenas, un personaje dice, de manera absolutamente descolgada en la trama, que asesinaron al archiduque de Austria. Esta mención es una referencia histórica gratuita hasta lo pornográfico (podría haberse quitado en la película y nada hubiera cambiado en la trama) hecha solamente para que el espectador deduzca que ha empezado la Primera Guerra Mundial.
Lo mismo sucede con algunos recursos simbólicos por demás calculados (véase sino la grosera metáfora del pajarito) y una utlización de la "violencia fuera de campo" señalada hasta el hartazgo(2). En toda esta metodología hay, si se quiere, una suerte de mostración de una inteligencia bastante gansa, una forma de parecer sutil en su trazo grueso e importante en su obviedad.
A este juego de símbolos evidentes en su significación y de las apelaciones a los conocimientos históricos del público exhibidos con la sutileza de un Panzer, sele suma una solemnidad impostada, ridículamente artificial, hecha para mostrar la supuesta profundidad e importancia que tiene esta película. Empezando por la charla metida con calzador del nene preguntándole a la niñera sobre la muerte, siguiendo por el ahorcamiento de uno de los personajes o el tema de la pedofilia y llegando al hecho de que todos los personajes de este pueblo, por razones desconcertantes, reprimen mayormente su risa, hablan en voz baja y son capaces de contener sus sentimientos hasta lo absurdo (¿en que clase de pueblo reprimido un chico puede ver a su padre ahorcado y no reaccionar ante la situación?).
El caso de Bastardos sin gloria, en cambio, es notablemente opuesto. Existe en Bastardos... no pocas veces, referencias históricas. La mención al escritor Karl May, la figura del crítico de cine, el cuadro sobre el que es retratado Hitler y hasta el propio título de la película aluden a un aspecto histórico del nazismo. Karl May, por ejemplo, fue uno de los autores preferidos de Hitler y sugería a los altos mandos militares que leyeran sus obras, el crítico de cine heroico es una referencia clara a una de las prohibiciones del nazismo a ejercer la crítica de cine durante el gobierno ya que tanto Goebbels como Hitler sostenían que la crítica resaltaba una subjetividad y no lo que ellos llamaban "la verdad del pueblo". La pintura fea que está detrás de Hitler es un comentario acerca del mal gusto esencial del Führer en lo que ha pintura respectaba (salvando por el buen gusto cinematográfico, Hitler era un hombre de concepciones artísticas muy conservadoras y con un gusto muy convencional y cerrado en cuestiones musicales, pictóricas y arquitectónicas). El caso del título del film es incluso bastante interesante. Bastardos sin gloria iba a titularse, originalmente, Érase una vez en una Francia Ocupada por los nazis, en clara referencia a dos films de Leone. En cambio, el film terminó llamándose de la manera en la que hoy se la conoce. Su título no sólo alude a una película de Enzo Castellari, sino también a un movimiento especial de la época de Hitler llamado "Los Bastardos de la Renania". Se trataba de un movimiento artístico de pintores que hacían pinturas muy violentas alegando que estaban hechas para jugar con el costado morboso y oscuro del espectador. Algo que enfureció a Goebbels y a Hitler en su momento ya que ellos creían que el arte debía tener, ante todo, una función social y didactista y por ende cualquier intento de hacer un arte violento que hable de descargas pulsionales violentas y proponga que lo oscuro podía ser extrañamente atractivo debía ser para la propaganda nazi inmediatamente prohibido.
En todos estos casos, estas citas eruditas tienen que con un film que juega, justamente, a hablar del arte nazi y sobre todo acerca de la atracción de la violencia y el mal (tema encarnado, esencialmente, en la inquietante y magistral figura del detective nazi Hans Landa). Son citas que, además y a diferencia del film de Haneke, no está puestas para que un espectador con un mínimo de conocimiento histórico se felicite a si mismo por sus deducciones, son citas eruditas que de conocerlas ayudan a darle al film otro abordaje posible, pero que bien puede pasar por alto una persona que se desentiende del tema de la aberrante filosofía nazi. Con el único saber que si juega Tarantino es, justamente, con el saber del espectador de lo que los nazis son para la historia, y ahí es cuando entra en Bastardos... uno de sus aspectos más profundos, polémicos y complejos.
Porque Tarantino, a contrapelo de lo que podría ser una película bélica hollywoodense abiertamente exaltadora del valor del soldado norteamericano (desde aquellas que se hacían frecuentemente en Hollywood en la época de la Segunda Guerra Mundial, llegando a films más contemporáneos y populares como Rescatando al Soldado Ryan), decide, salvo en el caso de Hitler, estereotipar como malvado a quienes combaten a los nazis, mientras por el contrario tiene una mirada digna, llena de códigos, por parte de aquellos que visten la esvástica.
Véase sino: del lado de los nazis en el film encontramos un soldado que está dispuesto a morir a batazos antes de entregar a sus soldados, un padre primerizo de mirada dulce que está dispuesto a dejar un arma para que no haya más derramamiento de sangre, un francotirador heroico que, sin embargo, termina arrepentido de haber matado gente, un alto comandante que permite que su enemigo termine hablando en su idioma antes de que este tenga que asesinarlo. Si hasta Goebbels es retratado en la película meramente como un pusilánime de modales amables (deja, por ejemplo, que el francotirador devenido en estrella se vaya de la sala en la que proyectan su película por el trauma que le provoca ver personas morir).
Del lado de las personas que terminan venciendo a los nazis y logrando la ucronía que Tarantino le propone al espectador encontramos: el grupo de los bastardos sin gloria, gente cegada por el odio, ignorante y sádica, que están convencidos de que los nazis carecen de sentimientos humanitarios (algo que la película, como ya se señaló, niega permanentemente) y que son comandados por un hombre llamado Aldo "El Apache". Dicho Aldo, además, es alguien que disfruta como pocos la carnicería y como si esto fuese poco, ni siquiera puede justificar su odio ciego por su condición racial (Aldo no es judío, es más, por su fisonomía está más cerca del modelo ario). Además de todo, posee una cicatriz de un ahorcamiento cuya causa se desconoce durante toda la película.
Ademàs de los Bastardos tenemos a Shoshana, la judía que tan cegada está por su sed de venganza que ve incapacitada de reconocer las buenas intenciones de Frederik Zoller, una mujer capaz de reírse al pensar en quemar vivos unas personas en una sala y que tan ciega está por su afán de destrucción que, involutariamente, termina beneficiando con su accionar a la persona que asesinó a toda su familia. Como último personaje que hace que la ucronía que propone Bastardos... sea posible queda, por supuesto, Hans Landa, un oportunista canalla, cuyo único interés es su propio beneficio y a quien no le importa matar mujeres y niños para su propia conveniencia.



Este procedimiento de humanizar a los nazis y por el contrario de volver viles a los héroes no está hecho por Tarantino para exaltar los valores del nacionalsocialismo por sobre los valores de quienes estaban en su contram, sino que en este procedimiento se Tarantino deja sentada una idea profundamente shakesperiana y maquiavélica: la de que existe, trágicamente, una moral política por sobre una moral personal.
No es que Tarantino crea que hubiera sido indeseable que los nazis hubieran sido exterminados antes(5), pero si cree que, en determinados tiempos históricos, ciertas medidas que pueden resultar inmorales pueden ser deseables para combatir un mal mayor.
De esta manera, el espectador se encuentra ante la incómoda situación de tener que aceptar la ucronía de que los nazis puedan ser vencidos antes del 45 salvando así millones de vidas pero basándose en que aquellos que la cumplen pueden ser un conjunto de psicópatas, una mujer cegada por el odio y un oportunista inmoral(6). Estas personas, aún con características horribles y perjudiciales, terminan siendo el instrumento perfecto para la destrucción de un régimen cuyo triunfo significaría un cambio drástico y horroroso para la historia de la humanidad.
Este ejercicio, lejos de ser cínico, es extrañamente la descripción de una verdad histórica por demás incómoda(7). La verdad histórica que hace que, por ejemplo, el ejército rojo con sus brutales métodos comandados un asesino en masa como Stalin haya sido el principal responsable del fin de nazismo o de que la muerte de miles de vidas de soldados en Pearl Harbor logradas gracias al silencio cómplice del gobierno de Roosveltt.
Es una realidad incómoda, no solamente porque los valores morales se distorsionan, sino además porque, tal y como muestra Tarantino hacia el final, la brutalidad y la violencia que pudo servir en algún momento, no es algo que se deja fácilmente, el violento es alguien que va a seguir accionando de manera violenta. De ahí que, al final Tarantino muestre que aún con la guerra terminada "Los Bastardos" sobrevivientes siguen ejerciendo violencia sobre terceros.
De esta manera, detrás de su mascarada festiva, farsesca, hay algo fuertemente angustiante en Bastardos.... Pero sobre todo también hay en esta película de Tarantino, tal como diría Gianrico Carofiglio, una mirada sabia sobre el pasado como país extranjero, un pasado en la que el aberrante sentimiento nazi podía venir de gente con códigos de honor, en la que sentimientos tan poco recomendables como el odio más extremo y enceguecido podía ser beneficioso para la humanidad y en el que los seres más crueles podían ser convertidos en héroes para la raza humana.
La Cinta Blanca, en cambio, es un film que en su intento por hablar del nazismo y la opresión cae en la peor de las simplificaciones. En primer lugar porque cree en las explicaciones fáciles de pensar a los nazis como un conjunto de asesinos y psicópatas despiadados (una creencia falsa y mil veces comprobada en su falacia por gente como Arendt, Primo Levi, Bauman o Todorov) pero en segundo lugar también porque Haneke se ve incapacitado de ver el pasado con otra mirada que no sea la de una persona del siglo XXI, con la moral del siglo XXI y con la seguridad de poder juzgar moralmente a esa gente. Si hay un error mayor en La Cinta Blanca es la caída en el más grosero de los estereotipos tanto cuando debe de tratar a la gente que genera la violencia ideológica y física en el film, como a aquellas que vendrían a representar a las personas que conocen el camino correcto. Así es como del lado de "los malos", Haneke pone un religioso extremo que termina ocultando un asesinato, unos nenes psicópatas y un padre abusador y acaso asesino de su propia mujer. Del lado de "los buenos" Haneke pone un chico puro con síndrome de Down y un maestro de escuela de mirada cálida que exuda desde su apariencia angelical buenas intenciones y ganas de descubrir la verdad (7). Toda una banalidad escondida bajo un barniz de erudición e importancia que cubre un film profundo en su grosera chatura.


(1) el propio Haneke declaró: la película no está hecha para estar en contra del nazismo, sino de todos los extremos.

(2) debo admitir -y esta observación se la debo a una conocida que cree que este es un gran film- que hay otra referencia histórica al nazismo que, en este caso, resulta mucho más sofisticada y lírica: se trata del hecho de que muchos planos de la película parecen una reproducción monstruosa de cuadros renacentistas o de la antiguedad clásica. Los dos movimientos pictóricos preferidos de Hitler.

(3) véase, para más datos sobre este y otros recursos de dudosa sofisticación este demoledor artículo de Javier Porta Fouz.

(4) de hecho, en uno de los gestos más desesperados que haya dado la historia del cine, Tarantino realiza una película cinéfila e histórica en la que se quema una coleción de cine para destruir la historia.

(5) en realidad, la inmoralidad de Hans Landa es en la película bastante extraña. Por un lado se llama a sí mismo "el cazador de judíos", pero deja que Shoshana quede libre sin ningún tipo de sentido. Luego, demostrará aversión por la figura de la traidora Bridget von Hammersmark por ser una alemana que va a complotar contra la vida del Führer en la misma escena en la que traicionará a todo su partido. Este mismo carácter paradójico se va a encontrar en Landa en su supuesto carácter hedonista. Aparentemente, Landa sólo vive para el placer personal, sin embargo, deja un vaso de leche a medio tomar y luego apaga un cigarro sin terminar sobre un strudel de manzana con crema.

(6) hay otra verdad histórica que también respeta Bastardos... se trata del momento en el cual Hans Landa miente acerca de su supuesto accionar heroico dejando asentado en los libros de historia que él no era más que un doble agente. De esta manera el film reflexiona acerca de la imposibilidad de llegar a una verdad histórica de los hechos históricos. Hechos muchas veces de fuentes dudosas e interesadas.

(7) es curioso, una de las frases que más se cita de Haneke es que una vez dijo que su cine, lejos de querer dar respuestas, quiere plantear preguntas. Toda una contradicción siendo que Haneke se trata de uno de los directores más sentenciosos del cine actual.

1 comentario:

  1. Aclaro que soy de los partidarios de "La Cinta Blanca" y que no bi la de Tarantino.

    En mi opinión, esta visión sobre los datos históricos en la peli de Haneke viene de una actitud demasiado prevenida, demasiado perspicaz frente a lo que el film va a presentar. Quiero decir, que quizás no hay tantas pistas ocultas y tantos mensajes presuntamente secretos que descubrir. Claro que, vista así, la película se experimenta un poco como decís, demasiado obvia. Pero creo que es culpa de las advertencias previas sobre que "vas a ver una película sobre los antecedentes del nazismo" (la vi en un festival donde la presentaron de esa manera).

    Tampoco estoy muy de acuerdo con las teorías políticas "del menor de los males". Recordemos que esto fue excusa para tirar dos bombas atómicas (al menos los norteamericanos no hacen películas homenajéandose por esto, que yo sepa).

    En cuanto al retrato de los chicos asesinos que hace Haneke en su películas, yo no lo veo como una imagen de exagerada perversidad sin ningún valor moral. Al contrario, estos chicos, al igual que los nazis, están extremadamente cargados de una moral tan rígida, que los lleva a cometer aberraciones. En cambio, los bastardos de Tarantino a veces parece maquinitas de matar hechas un poco para entretener al público con sus extremos de salvajismo. No sé si me interesa pensar en los malos como psicópatas, sino como gente que se excusa en valores universales y se muestra aparenetemente coherente en su justificación de intereses parciales.

    Como siempre, gracias por el post! Saludos!

    Pd. Me siento un poco sola como comentarista, se le pide al resto de los pocos (pero sabios) lectores de este blog que digan algo!

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