jueves, 13 de mayo de 2010

Carancho Driver

Hacia el final de Taxi Driver, Martin Scorsese filma a Travis Brickle con su cara ensangrentada sonriéndole a un grupo de policías. Es una sonrisa proveniente de un desequilibrado mental, de eso no hay duda, pero una sonrisa que también esconde un rasgo de verdad, una posibilidad de que todo lo que vivió Brickle en esa película, y toda la decadencia que se mostró en Taxi Driver, no esté exenta de tener algo de oscuramente cómico.
En Carancho, la última y más potente de todas las películas de Trapero, hay una escena que se conecta con este espíritu humorístico de Taxi Driver. El mismo viene al final, cuando la tragedia terrible pero inevitable termina de cerrarse sobre el abogado especialista en choques Sosa y su novia la enfermera Luján y vienen los títulos de crédito. Durante estos créditos la canción que se escucha (del grupo Las Pelotas según pude averiguar, aunque desconozco el título de la misma), lejos de tener connotaciones tristes o deprimentes, es una canción furiosa que en su estribillo suelta una risa fuerte, catártica y tan demencial como la que termina mostrando el taxista scorsesiano frente a la policía.



En ambos casos este sentimiento humorístico proviene del clima y la historia que propone el film. Es que tanto en Carancho como en Taxi Driver puede surgir un humor desesperado, nervioso, angustiante incluso, venido de la resignación de ver algo que de tan decadente y destructivo termina teniendo un elemento cómico (¿habrá algo más violento y lleno de dolor que la comedia?, se preguntó alguna vez Jerry Lewis mientras reflexionaba ni más ni menos que sobre El Correcaminos de Chuck Jones), pero un humor al fin.
En Taxi Driver esta comicidad aberrante e incómoda venida de ver desgracia en todas partes surgía de las calles mugrientas de los barrios bajos, de las altas e ineptas esferas del poder, y de una sociedad de valores prácticamente inexistentes o torcidos, que podían convertir a un psicópata en héroe nacional. Esta comicidad negra surgía también de un protagonista que -como los protagonistas de Carancho- se la pasaba viajando para terminar siempre en el mismo lugar de antes e imposibilitado de cambiar nada de un entorno que pareciera consumirlos y consumirse a si mismo. En Carancho, este poder destructivo se ve claramente no sólo en instituciones ya de por si sospechadas de toda sospecha (las organizaciones de abogados, la policía), sino también en espacios relacionados con la contención y la seguridad como los hospitales y las ambulancias, transformados en esta película en oportunidades para la tranza o en lugares de pesadilla en la que pueden armarse peleas entre bandas y en el que los médicos encargados de áreas importantes pueden ser brutalmente explotados y estar horas sin dormir (la pesadez del insomnio es otro elemento que une a Carancho con Taxi Driver).
Es más, la violencia de Carancho no está sólo en instituciones determinadas, sino que es una violencia omnipresente, que puede hacerse carne en cualquier momento y en cualquier lugar.
Hay un momento especialmente brutal y sutil en Carancho que marca a la perfección este rasgo del film.
Se trata del momento del primer beso entre Sosa y Luján. Allí Sosa, mirando desde la ventana de un café, le dice a Luján que si pasan cuatro semáforos en rojo él le va a dar un beso a ella. Ni bien dice esto ellos Sosa empieza a contar y no pasan uno, ni dos, ni tres, ni cuatro, sino cinco semáforos en rojo en un espacio menor al de un minuto. Son cinco autos que pudieron causar, cada uno, un incidente de tránsito (que no "accidente", porque como bien dice Sosa en un momento, los “accidentes” son las desgracias que no pueden evitarse) y con cada incidente una posible tragedia vial.



No hay manera más elegante (es raro hablar de elegancia en una película tan bestial como esta) del film de mostrar que esa historia de amor va a estar marcada por la desgracia (anteriormente, incluso, se lo va a ver a Sosa dándole su número de teléfono a través de su tarjeta de profesional, otra manera de mostrar que su relación va a estar bajo el signo de su trabajo mafioso).
Pero estos cinco semáforos en rojo que pasan en un corto espacio de tiempo y son apenas la ocasión para un levante marcan también una ciudad que ha hecho del riesgo algo cotidiano. Porque de entre todas las elecciones del film, la más fuerte, impactante, es poner el arma máxima de poder de destrucción no en las pistolas, ni en el conocimiento legal, ni en las mafias o las trompadas. Lo más terrible de todo es que lo que más mata en esta película es algo tan normal como los autos y algo tan común como la desobediencia de las más mínimas y lógicas leyes de tránsito para que no ocurran heridos o muertes.
La mayor sensación de desolación y desprotección que da Carancho, proviene del hecho de que los mayores destructores sean el descuido de peatones y conductores. Las cifras de víctimas que se manejan en Carancho en lo que a accidentes de tránsito respecta, o los casos que Sosa le enumera a su jefe, tienen mucha más fuerza y oscuridad que cualquier otra cosa en la película porque tiene la fuerza de hacernos sentir en una ciudad que ha perdido las leyes de convivencia más mínima y ha hecho de estar cerca de la muerte y matar algo totalmente cotidiano.
De ahí que Carancho sea, en cierta medida, una película amoral. Poco importa, por ejemplo, que nunca se sepa bien como es que Sosa perdió la licencia ("cuestiones del azar" va a decir él). En lo que a la película respecta, a Sosa se lo ve capaz de tener gestos de mucha generosidad y entrega hacia otros, como capaz de asesinar a alguien en un ataque de furia, o de planear un choque de autos sin importarle si llena o no de culpa a un conductor. Cuando se ve a Sosa se puede ver a alguien que pudo haber perdido la licencia por cometer una ilegalidad grave, como por circunstancias totalmente arbitrarias. Poco importa esto en el marco del film.
Después de todo es muy difícil juzgar a alguien, incluso a los villanos de Carancho, si una película muestra que el universo en el que viven y se mueven no rige otra regla que la del sálvese quien pueda. Piénsese sino, respecto a esto, que una de las frases que le dice el matón a Sosa cuando lo golpea en el auto es cómo le gustaría a él estar con su familia y no golpeándolo; como si, después de todo, destrozarle a alguien la cara no fuera para esta persona más que un trabajo común y silvestre (1).
Sin embargo Carancho, aún dentro de su anarquía, tiene un elemento en el que Trapero puede apoyarse con toda confianza: el cuerpo. Dentro de un mundo sin ley, donde toda la ética parece haberse ido al diablo ya sea porque no sirve para la prosperidad de nadie, ya sea porque no se puede juzgar a quienes viven sin ella, dentro de un mundo también en donde todo parece estar signado por la desgracia, lo único que parece ser seguro es que existen sensaciones físicas ya sea de dolor (los golpes, que aparecen de a montones en esta película y con una intensidad que pocas veces vio el cine argentino en su historia) como de placer (obviamente las escenas de sexo, pero también las drogas).
La fuerte presencia de lo físico en Carancho, presencia que se advierte tanto en los acercamientos que Trapero hace con la cámara a los cuerpos como a la necesidad que tiene de mostrar a esos cuerpos moviéndose, lastimándose y gozando en un tiempo real marcado por virtuosos planos secuencia, es la presencia de lo único en lo que Trapero puede apoyarse realmente en un entorno en donde todo intento de civilización elaborada y armónica parece haber fracasado, una presencia primaria e inmediata hecha de nervios, sangre y piel.


(1) En paralelo a esto, cuando Sosa es golpeado por primera vez en el film, lo primero que dicen los golpeadores después de patearlo salvajemente es “llamá a la vieja”.

3 comentarios:

  1. Nah, sos un chanta! La versión corregida y mejorada, para todos los lectores, en www.estoesunbingo.com.ar

    :)

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  2. Juro que al principio de publicar esta crítica había dejado un link a la página en cuestión, luego la saqué pensando que no se iba a publicar. Ahora lo estaba por agregar de nuevo el link pero hete aqui que me encontré con tu comentario con un "chanta" hacia mi persona incluido y con dos puntos y un paréntesis al final del texto que, presumo, quisieron ser una cara feliz.
    En fin... todo sea por no manchar mi (escasa) honorabilidad.

    Saludos

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