viernes, 9 de abril de 2010

La sonrisa de Bliss

Estados Unidos, 111´, 2009

Dirigida por Drew Barrymore.

Guión por Shauna Cross, basado en la novela Whip It de la misma autora.

Producida por Gary Mendel.

Con: Ellen Page, Marcia Gay Harden, Kristen Wiig, Dreww Barrymore, Juliette Lewis, Danielle Stern



La historia de la actriz Drew Barryrmore es conocida. Hija de actores, empezó trabajando de la profesión de sus padres de muy pequeña y mostrando un talento tan excepcional como precoz. Tal es así, que con sólo cuatro años Barrymore ya se había hecho mundialmente famosa con el personaje de Gertie, la hermanita menor de Ellioth en E.T. El extraterrestre. Luego de esta fama a Barrymore le sucedió lo que a muchos de los actores que empezaron a trabajar de niños: le agarró la depresión y se entregó a los excesos.
La diferencia es que en Barrymore este viraje a una vida acelerada e insalubre fue de una violencia desesperante, incluso para los parámetros de excesos que suelen tener los niños estrellas de Hollywood. A los nueve años Barrymore ya fumaba cigarrillos, a los once se había convertido en alcohólica, a los doce consumía marihuana, a los trece se transformó en cocainómana y a los catorce tuvo un intento de suicidio.
Tanta conducta autodestructiva a una edad tan temprana hicieron a la opinión pública pensar dos cosas respecto de Barrymore: que esta chica había tenido los peores padres del planeta y que no tenía recuperación posible.
Aún cuando desconozca los pormenores de la infancia de Barrymore (jamás leí su autobiografía "Pequeña Niña Perdida", aunque siempre tuve curiosidad de hacerlo) no creo que la opinión pública se haya equivocado en la primera de las suposiciones. Después de todo es muy difícil pensar como padres ejemplares a unas personas que dejan que su hija trabaje antes de cumplir los cinco años y que no pueden frenar que la misma se haga adicta al tabaco antes de cumplir la década de vida.
Pero, por suerte, en lo que a la segunda presunción de la opinión pública respecta, la historia demostró estar equivocada. Barrymore tuvo con los años una recuperación asombrosa. Tal es así que entre la década del noventa y este nuevo siglo logró establecerse como actriz hasta transformarse en uno de los rostros más talentosos y queribles de la comedia americana actual. Como si esto fuese poco, se transformó en productora, guionista en las sombras (colaboró con los chistes de varias de las comedias en las que actuó pese a que nunca figuró en los créditos) y ahora, con excelente Whip It, se ha transformado en una realizadora por demás promisoria con un film que, curiosamente y como se verá más adelante, pareciera ir en contra de todos los principios de "fama y fortuna" con la que la propia Barrymore fue presionada desde muy pequeña.



El film en cuestión empieza con la adolescente Bliss Cavendar (Ellen Page, excelente como siempre), tratando de sacarse algo del pelo mientras es ayudada por su amiga Pash (quien, por razones que nunca se van a conocer con exactitud, es la principal responsable de ese incidente capilar). Poco después se la ve a Bliss entrando a un concurso bastante estúpido y anticuado para ver quien es la señorita más correcta para recibir un premio al bonete blanco (galardón entregado a la adolescente cuya personalidad y apariencia más se ajusta a la rectitud, loa buenos modales, y todos esos valores femeninos anclados en los Estados Unidos de los cincuenta). Bliss viste una ropa elegante, se encuentra maquillada y lista para pararse frente a un micrófono para hablar de quien es, para ella, su modelo a seguir. El problema es que toda esa formalidad del concurso contrasta con el pelo ridículamente teñido de azul de Bliss y su cara avergonzada.
Mirándola a esta chica en el escenario, se encuentra, además de un público numeroso, la madre de la protagonista (obviamente desconcertada y enojada), su hermana más pequeña (obviamente desconcertada y risueña), y su amiga Pash, quien en un gesto acaso burlón o acaso condescendiente, escribe el número "10" en un papel simulando el puntaje que debería tener su amiga.
Con esta breve introducción se deja claro que todos los personajes del film van a estar marcados por sus limitaciones e imperfecciones. Pash está lejos de ser la amiga perfecta porque tuvo la desconsideración de que Bliss se tiñera pelo, Bliss está lejos de ser perfecta porque no tomó los recaudos mínimos para estar presentable en ese concurso y la madre de Bliss (que responde al nombre de Brooke) está lejos de ser perfecta porque hace a su hija participar de un concurso bastante estúpido.
Después, en la película, se verán otras características imperfectas, ordinarias incluso, que rodean a la protagonista. Salvando a su amiga Pash, quien termina transformándose en una futura universitaria, todos los lugares, actividades y personas que rodean a Bliss no parecen tener un futuro demasiado próspero. Desde el restaurante en el que trabaja Bliss, -Boleen, un lugar feo y que tiene como emblema una cerdo kitsch-, pasando por su padre -un hombre algo cobarde y dominado por su esposa-, siguiendo por su novio -un joven que toca en una banda amateur de la que ni siquiera es líder-, siguiendo por Birdie, -el inesperado novio de Pash,un joven torpe y feo- y llegando, por supuesto, al propio deporte que practica Bliss: el Roller Derby, deporte poco popular, brusco como pocos y que difícilmente pueda darle a quien lo practique un futuro demasiado rentable.
De esta manera hay en Whip It cierto regodeo en la medianía, un retrato de personajes limitados en sus ambiciones, sin un status demasiado importante y sin ninguna posibilidad real de llegar a un éxito remarcable.
Es un hecho raro ver esto en Whip It . Después de todo este es un film deportivo con varios códigos propios de ese género pero con la diferencia de ser, en este caso, no la crónica del sueño americano, no la historia de una chica que empieza de abajo y termina forjándose un futuro auspicioso de fortuna y sobre todo reconocimiento, sino la historia de una chica que empieza y termina en la misma baja escala social en la que empezó.



Tanta lógica de lo limitado, tantos personajes encerrados en sus pequeños miedos, deseosos de ambiciones poco llamativas podrìa haber dado lugar tanto a un film eminentemente burlón, a una descrioción cruel de los suburbios de Norteamérica, como a un film en el que su realizadora mire a sus personajes con compasión. Pero lo cierto es que, por el contrario, si hay algo que exuda la película de Barrymore, es un respeto formidable, conmovedor incluso, por las criaturas que habitan este film. Hay, incluso, una dignidad enorme en todos los personajes de esta película, dignidad dada a veces por el buen corazón de algunos personajes (la carencia de rencor del padre de Bliss) o por habilidades mínimas que los vuelven extrañamente especiales (el hecho de que Birdie sea un buen besador por ejemplo). Esta intención de dignificar a sus personajes puede extenderse incluso al hecho de que Barrymore toma algunos defectos de sus criaturas para volverlos virtudes.
Hay un ejemplo claro de esto en la forma en la que el film muestra a Brooke, la madre Bliss, y su relación con la marihuana.
Allí se ve a la madre exagerar desmedidamente frente a su hija una actitud de horror cuando encuentra pipas para cannabis en un negocio de zapatos. Brooke muestra una expresión aterrada ante esta circunstancia, como si esa yerba fuese algo tremendamente nocivo para la humanidad y en una actitud propia de una mujer anticuada. Dos escenas después, sin embargo, se muestra a Brooke fumando un porro con el marido.
Este doble discurso, lejos de mostrarse para juzgar la madre de Bliss como una hipócrita o una cínica, está hecho, extrañamente, para darle a ella una dimensión más humana, ajena a la de cualquier madre villana y castradora. En el contexto del film, esta actitud contradictoria de Brooke es una mostración de como ella, como madre, está tan obsesiva con la idea de que su hija sea una señorita "correcta", alejada de cualquier tipo de excesos, que está dispuesta a quedar como una anticuada frente a ella.
De hecho, a lo largo de la película, va a haber una gran dignidad en la entereza con la que Brooke lucha con convicción y fuerza por hacer que su hija gane un concurso de cuarta y hacia el final un gesto de una nobleza aún mayor cuando de el paso al costado, sabiendo que finalmente estaba equivocada y que la buena de Bliss había nacido más para ser una deportista que una ama de casa perfecta.
Esta actitud hacia Brooke no sólo revela en Whip It una generosidad especial, una política de no juzgar ni cargar las tintas sobre ningún personaje, sino que además revela su esencial reticencia a no caer en la caricatura y en la exageración en un film marcado por la sobriedad y el equilibrio. Whip It coquetea con la caricatura pero jamás la toca.
Pero la muestra más original e interesante de esta lógica de la sobriedad de Whip It reside en ser la primera película de sub-género deportivo que elude elegantemente todo tipo de espectacularidad, y caràcter épico.
Durante todas las secuencias deportivas, tanto sea en los momentos en el que Bliss juega como entrena, el film lo filma con una distancia mucho mayor a la de cualquier otro film que tenga como temática la identificación del deporte con la autosuperación. Whip It elude casi durante toda la película los primeros planos para concentrarse en planos generales y sobre todo planos medios. Este rechazo al primer plano se ve incluso mejor en escenas en las que se juegan sentimientos fuertes (como el momento en el que Bliss tiene su primera relación sexual o el momento en que ella decide enfrentarse a sus padres) y en el que la cámara se niega remarcar con un acercamiento de cámara la expresividad de un rostro nervioso, triste, liberado o enfurecido.
Hay dos momentos que son especialmente hermosos en esta lógica de eludir toda espectacularidad o carácter extraordinario. El primero de ellos refiere al momento en el que Bliss se presenta con un traje elegante y hecho a medida frente a su madre. Ahí donde donde normalmente se hubiera filmado a Ellen Page bellamente, resaltando el rostro maquillado de la chica o la forma en la que el vestido hecho a medida resalta ciertas curvas, o incluso filmándola con la cámara en contrapicado para hacerla lucir más alta, Barrymore la filma a Ellen Page en plano medio, con la cámara alejada. Page está frente a su madre en una pose que ni siquiera intenta ser seductora, al contrario, se advierte en su mirada un desinterés importante por tener que lucir esas ropas elegantes. El hecho, además, de que en la escena siguiente Barrymore filme a Page tomando leche desde un bidón de plástico, hace que su sensualidad femenina se aminore aún más.
La segunda escena en la que se ve a las claras esta intención por permanecer en la más absoluta sobriedad tiene que ver con un chiste extraordinario y casi imperceptible que pasa llegando al final de la película.
Allí se ve a Bliss cargando unas grandes bolsas de basura frente al café en el que trabaja de mesera.
Ahí donde cualquier otro director la hubiera filmado a Bliss de cerca, exacerbando el esfuerzo que tiene que hacer para cargar ese peso, Barrymore filma a esa figura alejada, desde la ventana de ese café, colocando a Bliss en un adorable y sutil cuadro cómico tras la ventana, mientras la amiga de Bliss le dice a su novio Birdie que su amiga sólo quiere dar lástima.
Toda esta sobriedad, sin embargo, se quiebra en un sólo momento de la película. Se trata del instante en el que Bliss logra saltar por sobre unas mujeres caídas en la pista del Roller Derby cuando se está jugando la final del campeonato. Ese salto, tomado en cámara lenta, es el único momento en el que la película alcanza un momento épico, unos segundos en los que pareciera concentrar todo el carácter de aventura física que Barrymore no había captado siempre filmaba los partidos o los entrenamientos.
Ese salto de Bliss no la llevará en la película a la chica a ganar dinero, o fama, es más ni siquiera va a provocar que el equipo de ella pueda ganar el partido, pero lo que si le va a dar va a ser el asombro momentáneo de algunos pares tanto de su equipo como rivales, y por supuesto, un orgullo personal.
Pero en ese salto, además, va a haber algo de extrañamente subversivo.
Porque si los films deportivos han sido siempre películas que hablan sobre el sueño americano tanto en la posibilidad de cumplirlo (Rocky, Karate Kid) como en su imposibilidad de hacerlo real (Toro Salvaje, Million Dollar Baby), Whip It es la primer película deportiva en la que se muestra no si el sueño americano es posible o no, sino -horror de los horrores- que no se necesita del sueño americano para vivir bien. Que la fortuna o el reconocimiento masivo no es, desde ningún punto de vista, algo necesario para llegar a una felicidad momentánea y plena, a una gloria personal construida en base a sangre, sudor y lágrimas.
De ahí que no haya rostro más independiente y perfecto que ese de Bliss que se muestra al final. Un rostro sonriente y triunfante tomado, por única vez, en primer plano. Esa sonrisa serena de una Bliss sentada y satisfecha sobre el techo del restaurante en el que trabaja, sonrisa orgullosa de haber jugado bien el deporte que le apasiona sin importarle ni el dinero, ni la aprobación masiva, ni la necesidad de un futuro asegurado, pareciera concentrarse toda la rebeldía del planeta.

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