lunes, 22 de marzo de 2010

Como ser buenos




Si bien fue el diario Crónica el que descubrió el supuesto hallazgo, ya antes, en la televisión abierta, se había difundido la noticia: Rodrigo "La Hiena" Barrios, había sido encontrado manejando su auto aún estando en medio de un juicio por haber atropellado una mujer embarazada que respondía al nombre de Yamila Gonzáles.
Uno de los primeros en dar la noticia fue ni más ni menos que el chimentero Jorge Rial, quien agradeció una y mil veces a Crónica la primicia. Rial aclaraba que no había ningún impedimento legal para que Barrios pueda manejar ya que no le había sido revocada la licencia. Lo que entonces Rial se preguntaba era que si bien eso era legal, habría que preguntarse si en realidad era justo o no que una persona que estaba sospechada de matar a alguien pudiera manejar y repudiaba, además, la actitud de un Barrios insensible al dolor de la familia que atropelló.
Desconozco si es justo o no que La Hiena Barrios maneje. Lo que se sabe es que la justicia decidió darle la licencia de nuevo y que no se dictaminó todavía si él fue culpable o no, por lo que no se sabe si es o no un peligro al volante. Lo que si se sabe de Rial es que como comunicador social cometió irresponsabilidades groseras. Por nombrar dos famosas y que se me ocurren en este momento: difundió ilegalmente la correspondencia personal de Juan Castro mientras el periodista estaba en coma, y en una de las más canallas jugadas chimenteras de la que se tenga memoria, le hizo una cámara oculta a un ex integrante de reality show por el supuesto delito de ser homosexual.
Pero claro, la cosa no sería tan grave si el único difusor de la foto de Barrios hubiera sido Rial. El problema es un poco más importante que ese, y es que a esa foto la difundieron también los medios de comunicación supuestamente serios. Clarin, La Nación, Crítica de la Argentina, por ejemplo, informaron sobre la existencia de esta foto. También lo hizo cualquier noticiero existente ya sea de canal de aire como de cable, y no fueron pocos los conductores y periodistas que condenaron poderosamente la actitud de Barrios.
La razón de esta condena residía en que el boxeador había sido deshonesto. Y la razón de esta deshonestidad estaba en que había prometido, primero al fiscal y luego a los medios, que no volvería a tocar el volante hasta que se conociera la sentencia.
Yo no puedo negar (sería ridículo hacerlo) que es bastante imprudente por parte de Barrios hacer una cosa así. Sabiendo que es una figura pública arriesgarse a ser visto manejando pudiendo herir fuertemente las sensibilidades de los familiares de Yamila Gonzáles no es, desde ningún punto de vista, un gesto elegante.
Lo que si me puedo preguntar es cual es la relevancia de esta noticia. Barrios no estaba incurriendo en ninguna ilegalidad. Su acto no lo hace más ni menos culpable del choque por el que está siendo juzgado.
Es verdad, le prometió al fiscal que no manejaría hasta conocerse la sentencia, pero esta no fue la razón para que le entregasen la licencia de nuevo, sino el hecho de que nunca se le encontraron rastros de alcohol o ningún otro tipo de droga. Lo de la promesa al fiscal era, meramente, una formalidad.
El mayor problema es que uno se pregunta para que diablos se difundió entonces esta foto en tantos medios.
Una razón, temo, es la del más puro morbo, la de salarle una herida de por sí demasiado grande a los familiares de la mujer fallecida en el accidente. Véase sino que dijo Sebastián Ceballos, el viudo de Yamila Gonzáles, al enterarse de la noticia: -¡Es un reverendo hijo de puta que se está burlando de toda la gente, de la Justicia, de mi familia, de mí! Se está burlando de todo el mundo-.
Cabría preguntarse cual es la utilidad que puede tener Ceballos al saber esta noticia y sobre todo al verla difundida por cuanto medio posible. Algo es seguro: no va a servir para dilucidar aspectos del caso y mucho menos le va a devolver la vida de su esposa.
Pero la pregunta más importante aquí es que clase de servicio social se brinda al lector con esta foto. Y acá es donde quizás se encuentre la clave del asunto. Porque de todos los sentimientos que puede llegar a despertar esta noticia tanto en el que la da como en el que la recibe no es ni la indignación, ni la furia, ni mucho menos la serena reflexión. No, el sentimiento más común y (¡ay!) nefasto en este caso es el de la autocomplacencia.
Todo esto me recuerda a un chiste de Mafalda en el cual Susanita decía que a ella le encantaba leer en los diarios los crímenes aberrantes porque de esta manera ella podía sentirse más buena que nunca. Si se quiere, en noticias como estas no deja de haber una intención pura y exclusivamente canallesca, una actitud cínica de hacer sentir a sus lectores y a los periodistas que deciden editorializar esto con gestos melodramáticos como personas de bien, como gente indignada que está por sobre cierto cretinismo.
Sucede todo el tiempo, no solamente con Barrios, sino también con ciertos funcionarios, intendentes y hasta periodistas a los que algunos comunicadores sociales gustan de condenar indignados para poder sentirse bien consigo mismos y para que nosotros, los espectadores, podamos sentirnos bien con nuestra ética.
El tema es que, al menos, en el caso de figuras que afectan una sociedad, sea esta nacional, provincial o municipal, uno puede, a veces -y sólo a veces- tolerar ese gesto sobrador de juez moral de un periodista si sirve, al menos, para informar algo de interés público. Lo de Barrios es otra cosa, es un regodeo en la buena moral propia y una condena a la moral ajena. Es un minuto más en un noticiero o programa de chimentos, o una página más de un diario hecha para alimentar la más pura autocomplacencia y a la que llamamos "periodismo" sólo por costumbre.

1 comentario:

  1. Coincido con tu opinión. Las apelaciones morales sentimentaloides y acríticas son algo recurrente de la televisión y la prensa actuales. Y la verdad que agota.

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